Algo tiene que pasar cuando después de la primera jira a Os Caneiros quedan siete toneladas de basura en el campo de la fiesta. Es para pararse a pensar entre trago y trago de calimocho, que pasa, cuando miles de personas en su mayoría jóvenes van de romería a un paraje de indudable valor ambiental, y en poco más de doce horas queda convertido en vertedero incontrolado.
Todo esta insensibilidad que se demuestra hacia la belleza de este ecosistema es cuando menos paradójica con una sociedad que se muestra preocupada por las focas del ártico, el tiburón de la playa catalana, el agujero de ozono, la deforestación del Amazonas y que en sus casas a lo mejor hasta separa los residuos que genera.
Sin embargo, mira tú, 15.000 personas se van de fiesta a Betanzos y dejan de lo más guarro que uno se puede imaginar un rincón de naturaleza de la que muchos disfrutamos durante todo el año. Y que en el monte queden los rastros del amor etílico es lo de menos, lo que está de más son las siete toneladas, de botellas de vidrio, de plástico, el albal del bocadillo, los cachos del tuper, de la camiseta, de los gayumbos y todas las comodidades imaginables de una sociedad concienciada con el respeto al Medio. Y voy yo, y me lo creo.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo
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