La reforma estatutaria en Galicia: ante todo mucha calma
A nadie escapa que las reformas emprendidas en el Estado, alguna ya aprobada como la de Cataluña, han influido a la hora de valorar la necesidad y la celeridad con que este proceso se debía producir en Galicia. Este contexto no debe permear sobre nuestra reforma, ni ha de imponer otra vía para ella que no sea la gallega.
Hace años que el actual Estatuto dio la oportunidad a un pueblo, el gallego, de expresar su sentimiento territorial dentro de España de forma clara, poniendo sobre el papel lo que era notorio en la sociedad. No debemos perder esa perspectiva, y sí debemos trasladar de nuevo la visión y la expresión de la sociedad a la reforma del Estatuto, de manera que no se convierta en un tema sólo de los partidos y sí sea la materialización de la expresión de la sociedad en su conjunto. Hay que buscar sobre todo el consenso que tan bien funcionó entonces y que seguro será la clave del éxito ahora.
Los partidos políticos que hoy en día están en el Parlamento de Galicia en teoría representan la voluntad de los gallegos, sus preferencias por un proyecto político o por otro. El Partido Popular, el más votado en las últimas elecciones autonómicas, ostenta casi la mitad de los escaños de la Cámara autonómica, lo cual es un elemento analítico que no debe perderse de vista.
El partido que dirige Alberto Núñez Feijoo no puede ser, por tanto, un convidado de piedra en el proceso de reforma estatutaria. No sólo porque abarca la mitad de los representantes parlamentarios ha de ser tenido muy en cuenta, sino que además es imprescindible para que la reforma salga adelante, algo que a veces PSOE y BNG olvidan. El titular de la Xunta, Pérez Touriño, afirmó en su momento que se avanzaría en la reforma con o sin el PP. Imagino que a estas alturas ya verá el Presidente de la Xunta que sólo hay una forma de avanzar en la reforma del Estatuto, que es con el PP, porque sencillamente sin el PP no hay reforma que valga ni proyecto que vea la luz.
La España autonómica está desarrollada y consolidada, salvo por coletazos que algunos quieren para articular otra cosa, pero sí parece pertinente que tras dos décadas se lleve a cabo una reforma que acabe de desarrollar lo que en su tiempo no era posible por circunstancias socio-políticas, eso sí, siempre dentro de un marco constitucional que garantice la igualdad de todos y evite privilegios para unos en detrimento de otros. Como dijo nuestro Presidente, debemos lograr un Estatuto solidario, de todos y de Galicia.