martes, noviembre 13, 2007

Marichalar

Mejor perder que perder más. (Máxima portuguesa)

7DIAS
La mayor de las infantas podría casarse a finales de este verano con un economista
ELENA SERA LA PRIMERA
La Infanta Elena, heredera directa del carácter dicharachero de los Borbones, espera que la Zarzuela confirme su boda para poner una gota de romanticismo en el verano de los españoles - La Casa del Rey no responde, pero la sociedad madrileña da por hecho que se casará con Jaime Marichalar.

PILAR RUBINES

La portada que la revista ¡Hola! ha dedicado esta semana a la hija mayor de los Reyes ha desatado, definitivamente, la histeria colectiva en la alta sociedad. «Boda en la Familia Real. La infanta Elena podría casarse en los próximos meses». ¿Con quién?, se pregunta ahora media España. Compraron todos ellos el famoso semanario para descubrir en sus páginas interiores el nombre del afortunado y se encontraron con tres candidatos para una infanta «Ni que se tratara de Chabeli o de otra plebeya con clase», comenta una señora de la alta aristocracia con indignación a otra del mismo rango.

¿El corazón de la infanta Elena está realmente tan asediado o es una estrategia para ganar tiempo? ¿Será Jaime Marichalar el definitivo? ¿Qué relación tiene doña Elena con el jinete Alfredo Durán o con su viejo amigo Jorge de Habsburgo? En la capital nadie suelta prenda. Si la semana pasada la mitad de la sociedad madrileña parecía vivir en palacio con los Reyes -«que sí, que sí, que van a anunciar el compromiso el 29 de junio y la boda está prevista para finales de verano en los Jerónimos...»-, a día de hoy, se han quedado todos mudos.

Apuesta por Marichalar

Nadie sabe nada, pero el 99% apuesta por Marichalar. El cuarto hijo -son seis hermanos- del fallecido conde de Ripalda y nieto del vizconde de Eza -fue ministro de Alfonso XIII y alcalde de Madrid- es, a ojos de todo el mundo, el mejor de todos los candidatos. El sentimiento de respeto por la monarquía es algo tan arraigado en su familia que éste, antes de cometer una tropelía tipo Lady Diana o Sarah Ferguson (versión femenina), lo más probable es que se dejaría torturar hasta morir.

Educado en los jesuitas y en el Estanislao de Kotska, licenciado en Economía, amante de la vida sana, la lectura, la música y los caballos, no esconde bajo su cama un baúl con monedas de oro, pero es un chico responsable que vive y trabaja en París. Ni un escándalo en su vida. Ni siquiera una novia formal a sus 31 años. Buena persona, puede que un poco seco de carácter -con el buen humor de Elena de Borbón tienen de sobra para los dos-, austero y nada amigo de trasnochar, podría aspirar con todas las de ganar a la mano de doña Elena.

«Mientras no haya confirmación oficial no hay nada oficial», dijeron a este periódico fuentes de la Casa del Rey. Preguntamos hasta a los mismos cimientos del Palacio de la Zarzuela: ¿Es Marichalar?, ¿cuándo se va a anunciar el compromiso?, pero no obtuvimos respuesta. Sabemos, sin embargo, que entre la infanta y este economista ha existido y existe una estrechísima relación -para el resto de los mortales un idilio- que ambos, incluidas sus familias, han defendido con uñas y dientes.

De hecho, los Marichalar al ser cogidos por sorpresa en una reunión de íntimos -les dieron la enhorabuena- reaccionaron con un sobresalto. ¿Cómo sabéis? ¿Quién os lo ha dicho? Dos segundos después y, arrepintiéndose posiblemente de haberse dejado «manejar», añadieron: «No sabemos nada sobre relaciones ajenas».

España y los españoles necesitan una boda que les ablande el corazón. Una historia de amor con tintes principescos y finales felices. Desvanecidas las esperanzas de casar al príncipe y viendo que Cristina no tiene intención de sentar cabeza ni hombro masculino en el que apoyarse, ¿quién mejor que Elena de Borbón, que es la mayor?

«La infanta, harta de que la prensa haya destrozado sus otras relaciones, ha tomado cartas en el asunto», dice una amiga cercana. «Doña Elena ha sufrido lo suyo y, ahora, está decidida a vivir con la máxima discreción».

«La infanta y Jaime Marichalar salen juntos desde hace un año y medio -dicen los dos fotógrafos que han seguido de cerca y durante todo este tiempo a la pareja-y, aunque viven a más de mil kilómetros de distancia, sus encuentros han sido muy numerosos. En los últimos tres meses se han citado como mínimo en diez lugares diferentes. En el mismo París, en localidades francesas cercanas a la capital e incluso en España. La infanta ha estado en la Feria de Jerez con Alfredo Durán y se encuentra con amigos en casa de sus íntimos, pero hay algo en su comportamiento que nos parece sospechoso. Nadie sabe lo que puede pasar. El amor es cosa de dos, pero bajo nuestro punto de vista, doña Elena sólo quiere ganar tiempo».

La pareja procura citarse en Francia. Para ellos es mucho más fácil escurrir el bulto en el extranjero. La prensa no les pisa los talones y se pueden hacer arrumacos por las esquinas como dos simples mortales. La última vez que fueron vistos en un restaurante de la Plaza Des Vogues de París, estaban haciéndo manitas y tonteando un poco.

A veces, Jaime Marichalar se ha venido en coche -en el Ford que doña Elena le regaló o le vendió, no se sabe- hasta Madrid sólo para verla -no hace mucho tiempo cenaban en Horcher y dicen que, también, en el Santo Mauro-, aunque no por ello deje de visitar a su madre, Concepción Sáenz de Tejada. Una viuda que sólo mira por sus hijos, va a misa casi todos los días y vive a caballo entre su casa de la Moraleja en Madrid y su palacete del siglo XII en Soria.

Los fotógrafos que antes mencionábamos y que piden se oculte su identidad, están convencidos de que Marichalar es el elegido. Y lo afirman con rotundidad, aunque no entienden por qué, en los cajones de su oficina, se guardan cuatro reportajes inéditos de la pareja, que nadie ha querido publicar. Ni comprenden que se les permita hacer fotografías de la infanta con Durán u otros amigos sin que los escoltas digan nada y, sin embargo, se pongan éstos como «fierecillas» cuando descubren que «los novios» han vuelto a ser «pillados». Entonces, con sus ademanes habituales -la buena educación no tiene nada que ver con la inflexibilidad de sus métodos- se acercan a los periodistas y les piden los carretes.

Las cosas de palacio van despacio, pero van y, ahora, digan lo que digan, algo gordo se está cociendo. No es para menos. Esta sería la primera boda real desde 1906, el año en el que el Rey Alfonso XIII contrajo matrimonio con Victoria Eugenia en los Jerónimos de Madrid.

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